Los otros días estuve en el supermercado y fui testigo de un duelo. Una madre estaba con su hija de unos tres o cuatro años. La escena parecía sacada de una película del Viejo Oeste: miradas fijas, tensión en el aire, y la niña con la mano extendida a punto de tocar un producto. La madre, con voz firme, dijo: “María (nombre ficticio), a la una”. Pausa. “María, a las dos”. Otra pausa. Y justo antes de llegar al tres, la niña retiró la mano y regresó junto a su madre.
Ese momento me recordó cuando yo mismo utilizaba el conteo con mis hijos. Casi siempre reaccionaban justo antes del “tres”. El objetivo de esta técnica es darles un espacio breve para reflexionar y obedecer; de lo contrario, pasaban un tiempo en “la esquina de pensar”, un lugar que generaba emociones encontradas. Implementar el conteo me tomó práctica, pero con el tiempo se convirtió en una herramienta clave de disciplina y crianza, sobre todo porque empecé a aplicarlo desde edades tempranas. Ese aprendizaje, que me ha ayudado también en la adolescencia de mis hijos, lo encontré en el libro 1-2-3 Magia de Thomas Phelan, PhD.
El corazón del método
Phelan organiza el libro en tres pilares que resumen su propuesta:
Lo revolucionario es su simplicidad: menos palabras, más consistencia. No hacen falta sermones ni discursos; el mensaje llega mejor con acciones claras.
Manejar nuestras propias emociones
Uno de los capítulos más valiosos del libro enfatiza algo que muchas veces olvidamos: para educar bien, debemos regular primero nuestras emociones. Los padres que se dejan llevar por el enojo o la frustración suelen entrar en luchas de poder innecesarias. 1-2-3 Magia invita a practicar la calma, a respirar y a recordar que el conteo funciona precisamente porque es neutral. La fuerza del método no está en los gritos, sino en la serenidad del adulto.
Como psiquiatra y papá, sé que este aspecto es tan importante como la técnica misma. Los niños aprenden tanto de lo que decimos como de cómo lo decimos. Cuando logramos disciplinar sin perder el control, transmitimos seguridad y enseñamos autocontrol con el ejemplo.
Cómo manejar los retos
Otro capítulo central aborda los momentos en que el sistema se pone a prueba. ¿Qué hacer cuando el niño ignora el conteo? ¿Y cuando los hermanos se enfrentan? ¿O cuando los adolescentes desafían los límites? Phelan ofrece estrategias realistas: desde aplicar consecuencias consistentes hasta usar el humor para desarmar tensiones. El mensaje es claro: los retos son parte de la crianza, y no significan que el método no funcione, sino que necesitamos constancia y creatividad para adaptarlo.
Una herramienta que trasciende
En resumen, 1-2-3 Magia nos recuerda que disciplinar no es castigar, sino enseñar. Es un recurso práctico, accesible y eficaz, que ayuda a padres y madres a recuperar la calma en casa mientras fortalecen el vínculo con sus hijos. Personalmente, ha sido una de las bases que me acompañan no solo en la infancia de mis hijos, sino también ahora, en su adolescencia.
Educar no se trata de ganar batallas, sino de guiar con amor, paciencia y consistencia. Ese es, al final, el verdadero “truco” de esta magia.